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Para ti

«El dolor físico, es el gran regulador de nuestras pasiones y ambiciones. Su presencia neutraliza de inmediato todo otro deseo que no sea la desaparición del dolor. Esa vida que recusamos porque nos parece chata, injusta, mediocre o absurda cobra de inmediato un valor inapreciable: la aceptamos en bloque, con todos sus defectos, con tal de que se nos dé sin su forma de vileza más baja que es el dolor».

Diario del escritor Julio Ramón Ribeyro recogido por Alberto Barrera Tyszka en La enfermedad (Anagrama)

He descubierto este texto en el artículo «Para ti» de Susana Quadrado publicado en La Vanguardia hace unos días y al leerlo me he emocionado de verdad al rememorar todo el proceso vivido durante la terrible enfermedad de mi padre. El 22 de diciembre de 2004 nos tocó la lotería y lo hizo en su máxima expresión.  La lotería más temible que le pueda tocar a un ser humano llegó a  nuestra casa: un cáncer de pulmón. El momento del diagnóstico fue posiblemente el peor de los momentos aunque el dolor adquiriría multitud de pequeños matices durante los trece meses.

Susana Cuadrado afirma que «en el momento en que la enfermedad hace su aparición, se siente impotencia, después de escupir al cielo y maldecir ese destino que a la vez que esconde tantos enigmas  es capaz de destruir tantos planes personales». Mi padre decía que el cáncer le había cortado las alas de repente, que le había obligado a seguir un camino único sin posibilidad de elección. Es verdad, no pudo elegir su camino ni tampoco su destino final; un destino al que llegó, al que llegamos, la madrugada del frío 28 de enero de 2006, en la habitación 1310 del hospital en el que han pasado las cosas más importantes de mi vida.

Una noche de nieve inesperada se lo llevó y con él huyó buena parte de mi alma. Mi mano agarrada a la suya se resistía a abandonarle pero él ya no estaba. Se había convertido en un copo de nieve que enblanquecía tanto el paisaje como nuestra mirada.

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Y uno aprende…

victor frankl«Después de un tiempo, uno aprende la sutil diferencia

entre sostener una mano y encadenar un alma.

Y uno aprende que el amor no significa recostarse y una compañía no

significa seguridad.

Y uno empieza a aprender…que los besos no son contratos y que los regalos

no son promesas.

Y uno empieza a aceptar sus derrotas con la cabeza alta y los ojos abiertos.

Y uno aprende a construir todos sus caminos en el hoy,

por que el terreno de mañana es demasiado inseguro para planes… y los

futuros tienen una forma de caerse en la mitad.

Y después de un tiempo uno aprende que, si es demasiado,

hasta el calor del sol quema.

Así que uno planta su propio jardín y decora su propia alma, en lugar de

esperar que alguien te traiga flores.

Y uno aprende que realmente puede aguantar, que uno realmente es fuerte,

que uno realmente vale, y uno aprende y aprende…

Y con cada adiós uno aprende».

 

Hace mucho tiempo un amigo me descubrió este poema. Siempre lo había atribuído a José Luis Borges pero recientemente he leído que hay una confusión sobre su autoría. Sí, tal como dicen estas palabras, cada etapa de nuestra vida nos enriquece y nos hace más sabios aunque sea dolorosa y amarga. Y también es cierto que el ser humano está más preparado de lo que creemos para aguantar cualquier tipo de circunstancia. Por dura que sea. Una buena muestra la encontramos en El Hombre en busca de Sentido de Victor Frankl, en el que este psiquiatra explica su experiencia como prisionero en un campo de concentración. Una magistral lección de VIDA.

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La patología de la normalidad

“Si no hubiese buena parte de rutina en nuestra vida, todo estallaría. Quizá nos sintiésemos como en el paraíso, por la riqueza de nuestra vida interior, pero todo se descompondría, no podría haber una sociedad ordenada”.

 Erich Fromm, La patología de la normalidad

Ahora que para la mayoría terminan las vacaciones y empieza el regreso a la normalidad es un buen momento para hacernos esta reflexión. Es verdad que todos anhelamos salir de la rutina habitual pero, ¿es cierto como dice Fromm que sin esta rutina el orden establecido estallaría? La rutina muchas veces es señal de que todo sigue su curso, de que nada raro ha pasado, como bien sabemos los que hemos vivido de cerca enfermedades graves u otros fenómenos que en un minuto provocan un giro radical en la rutina que habías llevado hasta el momento.

Erich Fromm afirma que si la gente no necesitase trabajar se generaría una verdadera catástrofe, con multitud de crisis nerviosas y psicosis porque la gente no sabría que hacer con su tiempo libre y con su vida. Se dedicarían a comprar como locos, dice. Cambiarían de coche cada seis meses. Si todo se mantiene en marcha, concluye, es realmente porque el paraiso no se alcanza nunca. Siempre queda lejos.

la patología de la normalidad

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Escribir, una forma de vida

Escribir es un estilo de vida. Cuando necesito poner en orden mis ideas sólo puedo hacerlo poniéndolas por escrito y a menudo me da la sensación de que es la propia escritura la que va configurándolas, dándoles sentido. Sólo escribiendo logro que las ideas cobren vida, se transformen en algo real y den paso a una determinada decisión, a una determinada acción.

Cuando tengo que transmitir algo de forma oral, sin pasar por el filtro de la escritura, mis ideas pierden fuerza. ¿Se trata de una configuración genética? ¿Se trata de una pasión irracional por el poder de las letras?

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